sábado, 7 de marzo de 2015
Serge Blanco, el Pelé del Rugby
19:16
“La pelota es redonda”, dice un
dicho beisbolero venezolano para explicar los giros sorprendentes que el
béisbol puede dar tomando como objeto de la metáfora la forma geométrica de la
pelota. El dicho se usa en Venezuela para expresar lo mismo en fútbol y en
basket, deportes que no son tan impredecibles como el béisbol pero que son los
más seguidos en suelo patrio tras este.
El venezolano ama los deportes y los
sigue con fervor, ya sean las ligas locales como la LVBP, la LPB, la liga de
fútbol o la LNB o eventos deportivos foráneos como los Olímpicos, el Mundial,
las Grandes Ligas, la NBA, la fórmula uno, etc. En nuestro suelo han sido
muchos los que se expresan como expertos en materia deportiva, aun cuando se
dediquen a otra cosa, siendo un hecho de que en Venezuela abundan los
Aficionados Profesionales.
Claro que como amantes del deporte,
Venezuela mistifica sus héroes deportivos: automovilistas como Johnny Cecotto,
basquetbolistas de NBA como Carl Herrera, Oscar Torres y Greivis Vásquez o
héroes del baloncesto local, notablemente Víctor David Díaz;
también se idolatran nuestros héroes olímpicos, como Morochito Rodríguez o
Rubén Limardo, pero… ningunos otros deportistas han sido tan envueltos de
leyenda en Venezuela, como los beisbolistas, ya sea que destaquen en suelo
patrio como Robert Pérez, Ángel Bravo, Vitico Davalillo o Luis “Camaleón”
García o en el extranjero como Antonio Armas, Johan Santana. Félix Hernández, Omar
Vizquel o Miguel Cabrera, y de todos, ninguno ha sido tan altamente consagrado
en el altar deportivo nacional como Luis Aparicio.
Lo que distingue a Luis Aparicio de
los demás es que él está en el Salón de la Fama de su deporte, pertenece a la
clase de los fuera de serie, a los únicos, a los elegidos. Otro nacido en suelo
venezolano igualó la hazaña de Aparicio, pero nuestro país ni siquiera se dio
cuenta de ello, en parte porque lo único que hizo fue nacer en nuestro país y
luego creció en otro y por otra parte se destacó en un deporte que a los
venezolanos no les interesa: el rugby. La pelota es redonda y viene en caja
cuadrada y cuando menos lo esperas se vuelve ovalada.
El franco-venezolano Serge Blanco fue
un extraordinario zaguero que defendió los colores de Francia en el rugby
internacional, fue miembro inaugural del Salón de la Fama del Rugby y es
considerado por la mayoría de expertos en el rugby, como el mejor zaguero en la
historia de este deporte.
Serge Blanco |
En el rugby existe quince
posiciones, la última es la de zaguero. En los primeros tiempos del rugby la
tarea del zaguero consistía solo en tacklear, tomar la pelota y patear, puesto
que era el último en la defensa, era como el portero en futbol. Pero la
posición evolucionó. Hoy su tarea es casi la misma solo que debe incorporarse
al ataque, por tanto un buen zaguero debe ser buen tackleador, buen pateador,
debe poseer excelente recepción y debido a su actual papel ofensivo debe ser
rápido, el más rápido del plantel. También se requiere que el zaguero sea
inteligente, sepa tomar las decisiones adecuadas en el momento, sin casi
pensarlas, el inicia el contrataque una vez recibida la pelota, en esa tarea el
venezolano Blanco fue el mejor del mundo y de la historia.
Serge Blanco nació en Caracas
el 31 de agosto de 1958, su padre era venezolano y su madrte vasca. Su papá,
que era policía de profesión, sufre un ataque al corazón y producto de ello
muere cuando Serge tenía solo dos años. Su madre, sintiéndose sola en Venezuela
decide abandonar el país y se estableció en Biarritz, Francia, país donde el
rugby es el segundo deporte más popular. Blanco no tiene ningún vínculo con
Venezuela, solo que nació aquí y el 50% de sus genes son venezolanos.
Aunque se hizo famoso como jugador
de rugby, Blanco también era un excelente jugador de futbol y de hecho casi
firma con el Nantes del futbol francés, pero la obligación de dejar Biarritz lo
lleva a firmar con el equipo de rugby de esta ciudad en 1974.
Blanco debutó en el año 1980 con
Francia como su zaguero, aunque su primera posición fue la de ala, una posición
más ofensiva. Con la selección de les Bleus, jugó en 93 partidos
internacionales, marca mundial para el momento de su retiro. En cada una de sus
apariciones hizo gala de extraordinarios niveles de habilidad en el ataque y la
ambición por la victoria. Pocos jugadores pueden reclamar el legado que Blanco
construyó. Sobre el campo, un espléndido corredor y una peligrosa e
impredecible presencia, fuera de él era enigmático y carismático a la vez. Francia
fue la superpotencia del rugby mundial en el hemisferio norte en los ochenta y
Blanco encarnó su estilo: audaz, brillante, siempre a la ofensiva.
En
su partido debut las cosas no fueron del todo bien para Blanco. En él los Bleus se
enfrentaban a los Springboks de Sudáfrica y la línea defendida por Blanco fue
traspasada en cinco ocasiones por los sudafricanos. Luego de aquel debut
accidentado en los once años siguientes rompió todos los moldes de los zagueros
y rara vez fue una presencia defensiva, su actitud era la del ataque, su
ambición era la meta contraria a todo costo, su personalidad lo hizo impredecible,
un peligroso oponente. Aunque la naturaleza de su posición era defensiva, el
instinto atacante de Blanco marcó un cambio en la forma en que la posición de
zaguero; como Luis Aparicio, Blanco cambió todos los paradigmas de cómo su
posición debía ser jugada, ejerciendo al pie de la letra aquel dicho de que la
mejor defensa es el ataque. Por su velocidad, hambre goleadora y su condición
de mulato, Blanco fue apodado “El Pelé del Rugby”.
Antes
del Mundial, la principal cartelera del rugby europeo lo era el Campeonato de
las Cinco Naciones, donde se enfrentaban las cinco mejores selecciones del
norte de Europa: Gales, Irlanda, Inglaterra, Escocia y Francia. Hoy el
campeonato de las Cinco Naciones se conoce como el de las Seis Naciones e
Italia forma parte de él.
Aquel
torneo fue la principal vitrina de Blanco, llegando su primer éxito
Internacional en 1981 cuando Francia ganó el torneo y el Grand Slam (ganar
grand slam significa ganarlo invicto), mismo que ganó nuevamente en 1987 en
adición a otros cuatro títulos adicionales en 1983, 1986, 1988 y 1989. A
mediados de la segunda parte de los ochenta era la era de oro del rugby
francés.
Blanco con les Bleus |
En
el rugby local Blanco jugó toda su carrera con el Biarritz, a quienes se dedicó
con el alma a pesar de nunca ganar el campeonato francés.
Tras
los éxitos cosechados en los Torneos de las Cinco Naciones, en 1985 el
International Ruby Board aprueba la organización de la Copa del Mundo de Rugby
a partir de 1987, cuya primera edición se realizaría en Nueva Zelanda y Australia.
En
la primera copa del mundo participaron 16 naciones, siete de ellas clasificadas
a perpetuidad: Wallabies de Australia, All Blacks de Nueva Zelanda, la Rosa de
Inglaterra, los Cardos de Escocia, los Tréboles de Irlanda, los Dragones Rojos
de Gales y los Bleus de Francia y los otros fueron invitados: los Pumas de
Argentina, las Flores de Cerezo de Japón, los Fijeanos Voladores de Fiji, los
Azurris de Italia, los Canucks de Canadá, los Robles de Rumania, los Ikele Tahi
de Tonga, los Sables de Zimbabue y las Águilas de Estados Unidos. Sudáfrica,
potencia en este deporte, no fue invitada por el bloqueo a este país por la
vigencia del apartheid.
Sin
tener un sistema de trasmisión satelital en aquel tiempo en Oceanía, la
audiencia europea debió ver los diferidos. Los Bleus de Francia quedaron en el
grupo 4, sus rivales eran Escocia, Rumania y Zimbabue y el grupo tenía sede en
Nueva Zelanda.
En
el primer encuentro Francia empató a 20 con Escocia, siendo el más destacado
Blanco quien anotó un try, una conversión y dos penales para un total de doce
puntos, la segunda de tres veces en que conseguiría doce puntos, el tope en su
carrera.
En
el segundo duelo, todo fue un baile para los franceses: aplastaron a Rumania
55-12, pero Blanco no anotó ningún punto. El tercero contra los de Zimbabue, la
victoria fue más fácil, un descomunal 70-12 que le garantizó a los franceses el
primer lugar del grupo y el derecho de enfrentarse en cuartos al segundo del
grupo 3: Fiji. En la ronda de grupos, Francia marcó 145 puntos a favor y
recibió 44 en contra para un diferencial positivo de 101 puntos, que superaron
los 66 de Escocia.
Serge Blanco en el juego contra Fiji |
En
el encuentro de cuartos de final, Francia venció a Fiji sin muchas
complicaciones, marcador de 31-16 puso a Francia en semifinales contra la gran
favorita Australia. Blanco no marcaba desde el primer juego, pero no era
extraño, su posición después de todo era de último en el ataque, su instinto
anotador era un plus extraordinario y único que no se veía en ningún otro de su
posición.
En
las semifinales, las cosas no eran fáciles. Si buscáramos un equivalente que
haga fácil su comprensión, diríamos sin temor a equivocarnos que Australia es
en rugby el equivalente a Alemania en futbol. Francia parecía tener sus días
contados.
En
la primera semifinal Nueva Zelanda ganó fácil, con paliza de 49-6 sobre Gales
tras anotar ocho tries. La segunda semifinal sería épica, uno de los grandes
juegos de rugby de todos los tiempos y el venezolano (sí, venezolano, porque
venezolano son todos los que nacen en esta tierra) fue el héroe.
Aunque
Australia era el favorito, no debían dar por contado a Francia, después de todo
era el campeón del hemisferio norte y estaban en su mejor momento histórico. El
juego arrancó con Australia atacando fuertemente, las llegadas eran tantas que
se cantaron tres penalties, todos cobrados eficientemente por Michael Lynagh
para poner el marcador 9-0 a favor de los Wallabies.
Los
franceses no retrocedieron ni se dieron por vencidos y respondieron a su rival
y anotaron con Try de Alain Lorieux y conversión exitosa de su pateador Didier
Camberabero puso el juego 9-6 (en aquel tiempo los tries valían cuatro puntos).
Australia marcó nuevamente con try de David Campese para poner el juego 12-6,
pero Francia empató con try de Phillipe Sella. Con el juego 12-12, penaltie
cobrado por Lynagh puso las acciones 15-12 y luego vino el empate con penaltie
cobrado por Camberabero. Más tarde, try de David Codey puso el marcador 21-15 a
favor de Australia.
Blanco en el juego contra Australia |
Cuando
todo parecía acabarse Francia anotó nuevamente con try de Patrice Laguisquet
para empatar las acciones, pero Australia se iría nuevamente arriba con gol de pique de Lynagh, que puso el juego 24-21, quedaban solo tres minutos. Era un
toma y dame y cuando Australia parecía asegurar la victoria, Camberabero empató
otra vez con un penaltie.
Con
el juego 24-24 y al filo del minuto 80, el tiempo extra parecía inevitable.
Australia cometió un error cerca de la meta francesa y la pelota cayó en manos
galas quienes avanzaron desde el fondo, como una línea de caballería
meticulosamente formada y pasaron a través de cien metros, quince guerreros
australianos y treinta manos francesas, hasta que finalmente la pelota cayó en
manos francovenezolanas: Serge Blanco, con la camiseta azul número quince, se
encontraba cerca de la línea rival y encontró el hueco, lo atravesó apoyándose
en su flamante velocidad y cruzó la línea rival. Así Francia no solo completó
la más grande remontada del rugby mundial, también la mayor sorpresa y el try
más bello de todos los tiempos ¿Recuerdan el hermoso gol de Maradona? Su
equivalente en rugby fue marcado por un francés de ancestros venezolanos. Pero
como bien lo dijo Blanco:
“En rugby, un try no lo marca un hombre, lo marca el equipo”
Francia
terminó venciendo a Australia 30-24 y el derecho de jugar la primera final de copa del
mundo de rugby. Lamentablemente para ellos, Nueva Zelanda estaba en casa y ganó
cómoda 29-9 para coronarse como el primer campeón mundial del rugby. Eso no es objeción para disfrutar del try de Serge Blanco contra Australia:
La
grandeza de Serge Blanco le valió ser llamado en ocasiones “El Pelé” del rugby
y la revista “L’equipe” lo bautizó como “El supermán del rugby”. Al día de hoy
se le recuerda como uno de los mejores en la selección francesa. Su actuación
tan relevante le valió ser nombrado capitán de Francia para el mundial de 1991
a realizarse en el Reino Unido (Inglaterra, Irlanda del Norte, Escocia y Gales)
y Francia. Los gallos quedaron en el grupo 4, junto a Fiji, Canadá y Rumania.
Blanco no marcó puntos en la fase de grupos pero Francia ganó invicto el grupo,
venciendo 30-3 a Rumania, 33-9 a Fiji y 19-13 a Canadá.
En
los cuartos de final, Francia le tocaba enfrentarse a otro de los
organizadores, Inglaterra, quienes despacharon a los galos con marcador de
19-10 en lo que resultó el último encuentro de Blanco en la máxima competición
de rugby mundial.
En el juego contra Inglaterra |
Fue
ese también el último juego de Blanco con la selección francesa. Su retiro del
rugby se produjo en 1992 siendo su último juego el de la final de la Liga
francesa en el que su adorado Biarritz cayó 19-14 ante el Toulon. Ese mismo año
su madre Odette murió luego de una larga enfermedad.
Blanco en su último encuentro |
Posterior
a su retiro, Blanco se convirtió en un exitoso hombre de negocios,
incursionando en la industria de ropas deportivas y hotelera. El mayor logro de
la carrera de Blanco vino en 1997 cuando formó parte de la clase inaugural de
exaltados al Salón de la Fama del Rugby Mundial.
La
más grande de sus victorias ocurrió en 2009, cuando el fantasma de la muerte de
su padre ensombreció nuevamente su vida: un ataque al corazón lo puso al borde
de la muerte pero sobrevivió y fue sometido a cirugía. Producto de este trance
Blanco dejó el vicio del cigarro luego de que se haya hecho famoso por fumarse
hasta 75 al día.
Aunque
retirado de las canchas Blanco ha seguido vinculado al rugby, siendo presidente
de la Liga Nacional de Rugby Francés desde 1998 hasta 2008 y presidente del
club Biarritz desde 1995 hasta 1998 y de nuevo desde 2008 hasta la actualidad.
El
motivo de esta entrada fue dar a conocer la brillante carrera de este full
back, quizás el mejor de la historia, que nació en Venezuela de padre
venezolano. No pretendo, de ninguna manera, que a partir de ahora se le rindan
en nuestro país los más grandes honores como leyenda deportiva nacional, hacer
eso a estas alturas de su carrera, de su vida, en la que no tuvo otro vínculo
con Venezuela a no ser el hecho de nacer aquí, y tras haberse destacado en un
deporte que al venezolano promedio no le interesa, sería oportunista, hipócrita
y un nacionalismo enfermo. Al menos ya sabemos que producimos grandes jugadores
de rugby… quizás algún día podríamos intentar prestarle atención a este bello
deporte.
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